[[Napoleón|Napoleón (Índice)]] #;; Anterior: [[Realistas en París]] #;; ;;# Siguiente: [[El carnicero de Jaffa]] ;;# ---- ====== El puente de Arcole ====== La tablazón de cubierta de la fragata //Muiron// crujía al tiempo que la nave cabeceaba sobre el suave oleaje. El viaje estaba siendo plácido y sin contratiempos, a pesar de estar finalizando el verano de 1799 y ser aquella una época del año propicia para las tormentas, y a pesar de que la flota británica se había enseñoreado de las aguas del Mediterráneo, haciendo peligrosa la travesía para un buque de guerra francés como la Muiron. En cubierta, el general Bonaparte miraba al pensativo al horizonte mientras daba cortos paseos por el alcázar. Todas sus miradas se dirigían hacia la proa del barco, hacia su destino inminente. Superado el bloqueo naval inglés en las costas egipcias, la nave enfilaba ahora el rumbo norte para dirigirse hacia Francia. Por suerte, la //Muiron// se había salvado del desastre de Abukir, donde el maldito Nelson había destrozado a los barcos franceses uno a uno, hasta dejar al victorioso ejército francés varado en Oriente y sin posibilidad de recibir refuerzos o suministros. Había algo de justicia poética en que la Muiron estuviese allí para rescatar a Napoleón y devolverlo a Francia. De haberse quedado en Egipto, es probable que el afamado general Bonaparte hubiera pasado unos cuantos años encerrado en una prisión inglesa, y su brillante carrera habría terminado en aquel nido de chinches. //Muiron//… Napoleón no podía dejar de recordar con afecto a su antiguo ayudante de campo Jean-Baptiste Muiron, ni las grandes gestas que entre los dos protagonizaron cuando aún se sentían jóvenes y los horrores de las guerras no habían hecho mella en sus conciencias. Le había conocido en el sitio de Tolón, cuando ambos buscaban con desesperación la gloria y la fama en la batalla, aun a riesgo de sus propias vidas. Desde entonces siempre habían estado juntos. Juntos aplastaron la revuelta de los realistas en París, y juntos marcharon hacia Italia a llevar la guerra a los austríacos en su propio terreno. Durante todo aquel año de 1796, el mismo ejército francés que Napoleón encontró en Niza desarmado, desanimado y hambriento avanzó como una apisonadora sobre el Piamonte y Lombardía, poniendo en fuga a unos sorprendidos austríacos poco acostumbrados a las novedosas y agresivas tácticas del joven general Bonaparte. Napoleón había ofrecido a sus hombres la única paga que podía darles: el botín de las victorias; pero para eso primero había que ganar batallas y conquistar ciudades. A medida que avanzaba la campaña italiana, los hombres del ejército francés recuperaban el ánimo y aumentaba en ellos la confianza en su nuevo mando, pero a pesar de todo, Napoleón no dejaba de ser para ellos un advenedizo, un joven general distinguido en combate pero que aún tenía que demostrar que era digno de los hombres a los que comandaba. Y fue avanzando el año, y fueron cayendo una a una las ciudades italianas: Genova, Montenotte, Dego, Piacenza, Milán, Mantua… Abandonadas el Piamonte y Lombardía, los austríacos trataban de hacerse fuertes en la región del Veneto, aprovechando los accidentes del terreno para tratar de parar al ejército de Napoleón. Así fue como el 15 de noviembre de 1796 se los encontró atrincherados en la orilla oriental del río Alpone, donde gran cantidad de infantería y artillería austriaca defendía un puente de madera que conducía a la cercana ciudad de Arcole. Nadie sabrá nunca porqué una persona tan calculadora como Napoleón Bonaparte hizo lo que hizo aquel día en el puente de Arcole. Puede que estuviera desesperado por no recibir desde hacía días ninguna carta de su amada esposa Josephine. Puede que -las noticias vuelan- se hubiera enterado de los trajines que ésta se traía en París con un jovencísimo teniente de húsares. Puede que simplemente le picaran los pies por culpa de las botas. Lo que sí es cierto es que hay personas que han nacido para triunfar, incluso en la más arriesgada y trágica de las derrotas, y Napoleón fue siempre el mejor ejemplo de este tipo de personas. Aquel día, en aquel puente, lo iba a demostrar. Agazapado entre la maleza, Napoleón no era ajeno a la inquietud que crecía entre sus filas. Las negras bocas de aquellos cañones austriacos tan cercanos no podían dejar indiferente a nadie, por no hablar de los cientos de fusileros dispuestos a dejar como un colador a cualquiera que se atreviera a cruzar el puente. Había que tomar una decisión, correcta o equivocada, porque nunca ha habido nada peor que un mando indeciso. Napoleón cogió la bandera tricolor del regimiento de granaderos que le acompañaba, y gritando con todas sus fuerzas -¡A LA CARGAAAA!- echó a correr como un salvaje hacia el puente. {{ :la_bataille_du_pont_d_arcole.jpg?600 |}} ;#; La Bataille du Pont d'Arcole (Horace Vernet) ;#; Tan horrorizado como enardecido, Jean-Baptiste Muiron corrió detrás de su general, mientras el resto de la sorprendida tropa avanzaba hacia el puente detrás de ellos. Al otro lado del río, los austríacos empezaron a organizarse en líneas de tiradores para batir al enemigo. Cuando el general Bonaparte había llegado a la mitad del puente empezaron las descargas de fusilería austríacas. Cientos de balas de mosquete zumbaban alrededor de Napoleón, Muiron y los granaderos que cargaban. Muchos eran alcanzados, y algunos caían desde el puente a las frías aguas del río Alpone. A pesar de todo, los hombres siguieron intentando tomar la orilla opuesta del río, envalentonados por el absoluto desprecio hacia su propia vida del que hacía gala su general, que seguía ondeando la bandera tricolor y animando a la carga con sus gritos. Junto a él, con el sable en la mano, estaba su fiel Muiron, dispuesto a acompañar a Bonaparte al mismísimo infierno, si allí era donde quería dirigirse. Tras las primeras descargas hubo una breve tregua en la que los disparos dejaron de ser tan intensos. La plataforma de madera del puente estaba roja y resbaladiza por la sangre y cubierta de cadáveres y heridos. Los tiradores de élite austríacos, con orden de fuego a discreción, disparaban con mortal precisión sobre el enemigo, abatiendo a muchos de los que aún cargaban con intención de cruzar el puente. Muiron vio cómo uno de ellos apuntaba hacia el general Bonaparte y no se lo pensó dos veces: dando un salto, se interpuso entre la bala y su general, parándola con el corazón. Napoleón se dio cuenta de que haría falta algo más que coraje para atravesar aquellas defensas, y arrastrando él mismo el cuerpo inerte de Muiron, ordenó la retirada de sus hombres hacia la seguridad de la maleza. -Juro que algún día arrasaré Viena por esto- Se dijo a sí mismo Bonaparte. Varios hombres se hicieron cargo del cadáver de Muiron, mientras el general se irguió por última vez desafiante sobre el puente de Arcole. Algunas balas austríacas seguían buscando carne que herir, y de cuando en cuando, un estruendoso cañonazo amenazaba con destrozar el puente, levantando astillas del suelo. Finalmente se dio la vuelta y regresó a la orilla occidental caminando con altivez, sin importarle que una de aquellas balas pudiera acabar con él por la espalda. Pero aquel día ninguna bala y ninguna astilla hirió al general Napoleón Bonaparte. Cuando llegó al campamento francés de lo único que podía quejarse era de cansancio y de su lustroso uniforme manchado de sangre amiga. Sus hombres, por contra, no tenían motivo alguna de queja respecto a su general. Todos reconocían que se había batido con un valor ilimitado, como un pequeño cabo enardecido por el combate. La voz corrió como la pólvora por todos los ejércitos franceses y por toda Francia: El general Bonaparte, además de ser un estratega competente y el conquistador de Italia, era un héroe, y un hermano de sangre con sus hombres. Nunca una derrota fue tan provechosa para un general derrotado como aquella del 15 de noviembre de 1796 sobre las tablas del puente de Arcole. Al bueno de Muiron le aguardaban dos metros cuadrados de tierra italiana y el agradecimiento del general Bonaparte, que bautizó una fragata con su nombre en recuerdo de su leal ayudante de campo. A Napoleón, por su parte, le aguardaban años de aventuras, docenas de victoriosas batallas y la gloria eterna de los grandes conquistadores. {{ youtube>DGVIXkZo5Jc }} ;#; Fragmento de la serie de televisión Napoleón que relata la batalla del puente de Arcole ;#; ---- #;; Anterior: [[Realistas en París]] #;; ;;# Siguiente: [[El carnicero de Jaffa]] ;;# {{tag> Napoleón Jean-Baptiste Muiron Arcole}}