1454, Trujillos (Sevilla) - 1516, Ávila.
Anteriormente conocido como Diego de Casteleño, a los 38 años realizó un descubrimiento en el subsuelo de la villa sevillana de Trujillos que le hizo inmensamente rico.
Fundador de la casa de Malva, borró su rastro como Diego de Casteleño y se rodeó de una guardia de judíos conversos incondicionales a su causa, precursores de lo que luego sería conocida como “La Hermandad”.
En 1504 se encuentra en la corte de Isabel la Católica en Medina del Campo, al mismo tiempo que la soberana agoniza y el reino se encuentra en el umbral de grandes cambios.
Aunque ha ido eliminando a sus contrincantes y enemigos de una forma discreta pero implacable, aún quedan en la corte muchos que dudan de las intenciones e intereses de este nuevo y enigmático noble de familia prácticamente desconocida.
Diego ha contribuido económicamente a paliar las estrecheces de los Reyes Católicos y a financiar sus campañas militares. Gracias a un entramado de empresas-pantalla creado con la ayuda de antiguos judíos y ahora conversos a los que ha estado ayudando a eludir a la Inquisición, la casa de Malva ha multiplicado su riqueza inicial, producto de su providencial hallazgo, hasta convertirse en la más rica del reino.
El mayor problema de la casa de Malva es que toda la documentación relativa a su origen y fortuna es completamente falsa, y Diego debe ocuparse de obtener documentos refrendados con los sellos correctos para legalizar su situación, por lo que tendrá que presionar a ciertos funcionarios de la corte, muy reticentes a inscribir a un falso noble y a inventarse toda una historia familiar de títulos, cargos y ascendentes.
Diego no va a dudar en emplear los métodos más expeditivos para amedrentar a estos funcionarios, así como para eliminar a aquellos que pongan en peligro el relato familiar de los Malva. Para ello utilizará a su temible guardia personal, a asesinos venidos desde fuera del reino y, llegado el caso, a sus propias manos.
Pero existe un personaje al que Diego no puede tocar, no puede extorsionar ni atemorizar, porque hacerlo supondría el fin de la familia Malva: Gonzalo Fernández de Córdoba. Gonzalo, hijo de la influyente casa de Priego y familiar lejano del rey Don Fernando es, además, el favorito de la reina, su soldado más leal. Al Gran Capitán no se le puede comprar; hay que convencerlo. Y a Gonzalo no le gusta ni un pelo el sospechoso origen de Diego de Malva.
Diego intentará acercarse al Gran Capitán de la única manera que no ha empleado anteriormente con nadie: con la verdad. Le hablará de su tesoro, del origen del mismo y de la hermandad que está organizando, y la pondrá a su servicio. Gonzalo seguirá desconfiando del falso noble, pero tiene inminentes campañas en Italia que requieren no sólo su atención y su presencia inmediata, sino también echar mano del dinero y las influencias que Diego puede proporcionarle.