Nos dijeron que estudiáramos, que si estábamos lo suficientemente formados podríamos acceder a puestos de trabajo especializados menos susceptibles de ser sustituidos por maquinaria.
Luego nos dijeron que aprendiéramos a automatizar procesos, porque de ese modo accederíamos a los puestos de trabajo en los que se creaban las nuevas herramientas de automatización que ya están sustituyendo muchos empleos en oficinas y cadenas de fabricación.
Ahora nos dicen que la inteligencia artificial será capaz de crear sus propios procesos de automatización, así que supongo que los únicos que escaparán de la quema serán los que se hayan formado en la computación de machine learning, data mining y todas esas leches.
Al final descubriremos que las máquinas serán capaces de ejercer cualquier actividad que se nos ocurra con mejor desempeño que el mejor de nosotros, sin cansarse, sin horarios, y mucho más barato. ¿De qué serviremos entonces? Y si al final las máquinas sustituyen a los trabajadores, ¿cómo piensan los empresarios vender sus productos a gente sin empleo ni capacidad adquisitiva alguna?
Hace algo más de un siglo, algunos trabajadores que veían peligrar su medio de vida empezaron a destruir las máquinas que hacían su trabajo. El ludismo al final fue un movimiento residual, y no se produjo el temido caos por la revolución industrial, sino que, al contrario, las máquinas generaron aún más empleo del que en principio destruyeron. Esta vez, sin embargo, es diferente, porque estamos al borde de que las máquinas puedan sustituir literalmente a cualquier persona (abogados, médicos, ingenieros, programadores). Máquinas que además serán imbatibles, que estarán en todas partes y aprenderán millones de veces más rápido que el mejor de nosotros. En un santiamén podrán sustituir incluso a aquellos que las crearon. Entonces averiguaremos cuál es la verdadera utilidad de estas herramientas o si lo que están creando es algo más que una herramienta.
Bienvenidos al futuro distópico de cualquier novela de serie B.