Rescoldos del pasado

A Don Ricardo de Silva y Basterra siempre le había gustado aquel momento del día, en el que podía sentarse en su cómodo butacón cerca de la gran chimenea de su salón señorial, sin más luz que la que proporcionaban los troncos de encina que ardían lentamente, alejando el intenso frío castellano y la espesa oscuridad de la noche. Hasta alejaba el silencio con el crepitar de la madera. A su lado, sobre una mesita, en fina copa de cristal, su tradicional brandy de antes de acostarse, y en sus rodillas, la novela El sueño de Polífilo, que su antiguo alumno Gonzalo Fernández de Córdoba le había traído de Italia.

Así tenía por costumbre terminar sus jornadas Don Ricardo, unas jornadas que empezaban con la primera luz del día y terminaban cuando la oscuridad impedía leer los abundantes legajos que cubrían la mesa de su escritorio. Don Ricardo de Silva guardaba en los archivos de su residencia rural la práctica totalidad de los asuntos relacionados con las casas nobiliarias de Castilla, incluyendo propiedades, heredades, maestrazgos y genealogías. Nada escapaba al control de sus secretarios y de sus corresponsales, que recorrían el reino recopilando las novedades relativas a las familias nobles y enviándolas mediante una tupida red de correos a caballo.