Punto límite
(Artículo en progreso)
El 6 de junio de 2023 escribí un toot en mi cuenta de Mastodon en el que invitaba a la concurrencia a descargar y ver la película “Punto límite”, porque me parecía interesante lo que la gente tuviera que opinar sobre esta película.
Hoy voy a proponeros algo, para los que queráis hacerlo y tengáis tiempo para ello, claro: os propongo ver esta película de 1964, “Punto Límite”, que comparto por nextcloud en el enlace de abajo, y mañana, si hay gente que la haya visto y lo encuentre interesante, hacer por aquí un debate sobre los aspectos que os hayan parecido más interesantes de la película.
No suelo pedirlo, pero un retoot para hacerme propaganda gratis estaría bien.
@hispa@social.hispabot.freemyip.com
Lo escribo aquí porque tengo la norma de borrar los toots de mi cuenta anteriores a una semana. Los comentarios a este toot que, tengo que decirlo, tuvo bastante repercusión en forma de retoots y favs en los siguientes días, han sido pocos pero de calidad:
¡PELICULÓN con mayúsculas!.
Desde que se inventó la bomba nuclear hay constancia, o eso dicen, de que muchas veces hemos estado a puntito y por muy poco de una guerra nuclear.
En esta peli se pone de manifiesto como las máquinas y las I.A. pueden llevarnos al desastre por una simple avería o error y nuestro afán de ser los primeros en golpear al otro. También pone encima de la mesa el hecho de que hay mucho cuñao, que nunca ha estado en la guerra y que parece ansiarla y encima con ganas (como el profesor). La guerra no debería de existir, aunque siempre lo ha hecho y siempre lo hará. Ciertas decisiones relacionadas con ella no deberían ser tomadas ni por políticos ni cuñaos, sino solamente por aquellos que la han vivido de cerca y saben lo que es (por favor, que no sean como el militar loco)
¡¡El final me ha dejado sorprendido!!
@Lulapostapocaliptica@masto.es
Yo destacaría que tenga el valor de posicionarse respecto a la banalidad del mal, es decir, que señale a al menos a un responsable por cada sistema centralizado sin ningún control efectivo, deshumanizador y tan burocratizado como automatizado que decida sobre las vidas de las personas y que la máquina de la guerra esté tan bien engrasada que apenas se pueda detener
@jack_mendo@mastodon.social
Pues sí, la había visto hace relativamente poco; pero, mira, ha valido la pena revisitarla porque no recordaba casi que ningún detalle.
Me ha sorprendido comprobar que es del mismo año que la mucho más conocida «Teléfono rojo», así que es muy improbable que hayan influido la una en la otra. Más bien, ambas reflexionaban sobre un tema, la Bomba, de mucha actualidad por aquellos años: la crisis de los misiles de Cuba había tenido lugar tan sólo dos años antes.
El ambiente pretendidamente realista de la película desaparece cuando el presidente americano pone en marcha su plan de «autorrepresalia» y prepara el bombardeo de Nueva York para demostrar a los soviéticos su buena voluntad y evitar un contraataque que representaría el fin de la vida humana en el planeta (muy probablemente, o casi): ningún presidente americano daría esa orden ni jarto de vino. El final abierto (el general ha dado orden de que sólo él disparará las bombas, pero se suicida antes de hacerlo y, por tanto, queda a la libre interpretación del espectador decidir si los otros pilotos han obedecido a su comandante en vuelo o si, por el contrario, han optado por terminar la misión encomendada por el Comandante en Jefe) parece que intenta recuperar el realismo perdido con la increíble orden del presidente americano.
No recordaba la escena de la pesadilla inicial y me ha sorprendido mucho. Creo que, pese a la vecindad con México, donde se celebran corridas de toros, el público americano, en general, las encuentra crueles y bárbaras, y puedo imaginar que es esa impresión, crueldad y barbarie, la que pretendía transmitir el director. En cambio, estoy seguro de que, para el público español de los sesenta, no veía nada de todo esto en la escena de la pesadilla y, muy probablemente, buena parte de aquel público no acabó de entender su relación con el desenlace del film.
El personaje de mi adorado Walter Matthau me ha parecido un despropósito total, un maniquí sin más misión narrativa que la de exponer una serie de teorías políticas (ideologías, más bien), pero que sabe a cartón-piedra, sin alma. Mucho mejor Henry Fonda representando al político de casta que, aunque mantiene el autocontrol, muestra su humanidad en los pequeños gestos (los primerísimos planos eran muy importantes).
Me ha resultado muy interesante el papel del traductor (un jovencísimo JR). El presidente describe muy bien la importancia de este técnico cuando le pide que vaya más allá de la simple traducción de las palabras: si ya se pierde mucho en la conversación telefónica (la gestualidad, factor clave en la comunicación humana, desaparece), al comunicarse a través de intérpretes, ambos presidentes pierden, también, la información que nos dan las inflexiones de voz, las pausas, el tono. El presidente explica muy bien la importancia de todo esto y Buck nos muestra, de manera práctica, cómo intentar transmitir toda esa información.
Lo que me lleva a otro aspecto interesante de la película, las muestras de imperialismo lingüístico, que son otra característica de realismo: ¿a nadie le ha extrañado que los presidentes se comuniquen a través de intérpretes mientras que los operadores militares rusos hablan directamente en inglés con sus homólogos americanos? Sí, en un caso concreto, uno sólo, se nos explica que el general ruso ha sido corresponsal de guerra en Londres; pero los otros militares rusos también se comunican en inglés con sus homólogos. Podemos pensar que es una forma de simplificación narrativa; sin embargo, sabemos que es el inglés, por ejemplo, el idioma empleado en las comunicaciones internacionales entre pilotos o astronautas, también en los casos en que no hay ningún angloparlante entre ellos. Cualquier misión espacial internacional sabemos que tiene el inglés como lengua de trabajo. Y a nadie se le ocurre pensar que esto pone a los no nativos de esa lengua siempre en un segundo nivel: por más años que dediques a estudiar una lengua extranjera, nunca la vas a dominar como un nativo, siempre serás un hablante de segunda. Imperialismo lingüístico, injusticia lingüística. Y eso se podría evitar con una (con La) Lengua Internacional Auxiliar (esperanto para los amigos).
Me preocupa que este tema (La Bomba) ya no preocupe a nadie. Me preocupa la normalización de la amenaza nuclear. Me preocupa que las generaciones más jóvenes que la mía (que deben de representar más de un 70% de la población) vivan sin ni siquiera plantearse la existencia de un arsenal nuclear que puede destruir nuestro planeta cientos de veces. Recuerdo que, a mis 15 años, «Teléfono rojo» me hizo pensar mucho (lo me que lleva al valor de la comedia como crítica y autocrítica). En cambio, las película y series apocalípticas actuales parecen preferir catástrofes naturales o «accidentales» donde la responsabilidad política se diluye (no sea cosa que algún gobierno se cabree y nos censure el producto).
Nada, que ya no se hace cine como en los sesenta.
@giorgiograppa@mastodon.la
Mi comentario personal sobre esta película, que ya había visto hace muchos años, es que se trata de una cinta hija de su tiempo. Punto límite (Fail safe -algo así como “a prueba de fallos”- en su título original en inglés, que da más sentido a la trama que el título en español) es una producción de 1964, un momento histórico en el que el enfrentamiento nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética era mucho más que una posibilidad remota o una hipótesis. Tan solo dos años antes se había producido la crisis de los misiles cubanos, Kennedy fue asesinado el año anterior al estreno de Punto límite, y la tensión entre ambas superpotencias era máxima. Era una época en la que los bombarderos nucleares norteamericanos realizaban patrulla constante alrededor de la Unión Soviética con el objetivo de poder atacar el enemigo en el menor tiempo posible.
Y precisamente esa es una de las premisas de la película: Un grupo de bombarderos nucleares en patrulla sobre el Ártico recibe por error la orden de atacar Moscú. Además, una repentina interferencia impide revocar la orden, de manera que al parecer nadie puede detenerlos.
En ese momento se inicia una serie de acontecimientos en los que están implicados el presidente de los Estados Unidos (Henry Fonda), su intérprete (Larry Hagman), el profesor Groeteschele (Walter Matthau) y algunos militares de alto rango, encargados del fallido mecanismo de defensa.
Sin querer contar el resto de la película, sí quería comentar un poco las influencias de esta cinta sobre otras como Teléfono Rojo (titulada Dr. Strangelove en su versión original), estrenada el mismo año y obvia parodia de Punto límite, o incluso sobre Juegos de guerra, del año 1983, que explora también las implicaciones de confiar demasiado en la tecnología para la guerra nuclear. Obsérvese que incluso “Strangelove” es prácticamente un anagrama de “Groeteschele”, no sé si por mera casualidad o por intención de Kubrick.
Las películas sobre catástrofes provocadas por la disuasión nuclear conforman un género en sí mismas. The day after, también de 1983, explora las consecuencias de un enfrentamiento nuclear sobre la población estadounidense, esta vez de una forma mucho más explícita. Pero en definitiva, todas nos aportan el mismo mensaje: en el mundo nuclear, todo aquello que las personas normales damos por sentadas, nuestras vidas rutinarias y nuestras pequeñas comodidades, podrían desaparecer en un instante, incluso en el improbable caso de que sobreviviéramos a la primera media hora de la guerra, y que sobrevivir tampoco sería la opción más apetecible, en vista del futuro que espera a los supervivientes.